Teníamos los relojes puestos en Hora Medellín: nada de lloriquear si empezaban a cantar los pajaritos. Estábamos en la gloria. La forma en que hacíamos la música tenía características tántricas, igual que mi conducta sentimental y sexual. Se cumplían todas las fantasías carnívoras de ebriedad de cualquier cosa para después conquistar el contacto espiritual y no ser cómplices del suicidio del placer y la felicidad.
Tenemos una actitud, una rutina en el mejor sentido, una posición tomada: tenemos el pensamiento en movimiento. No usamos relojes sino los Horarios Medellín y cruzamos ese margen de la ley, ya sea porque nos empujan o porque ponen algo del otro lado.
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